lunes, 29 de septiembre de 2008

Modelo de parcial

Teórico

1. ¿Por qué hablar de una “técnica” de la palabra? ¿Qué implica este concepto en sus orígenes?
2. ¿Por qué la retórica es el terreno de la opinión mientras que el discurso científico es el ámbito de la verdad?
3. Explique la noción de deixis, desarrolle la deixis personal y ejemplifique.
4. Explique la noción de deixis, desarrolle la actitud de locución y ejemplifique.
5. ¿Qué son los subjetivemas? Defina, clasifique, dé ejemplos y explique por qué son deícticos.
6. ¿Qué son las modalidades? Defina, clasifique, dé ejemplos y explique por qué son deícticos.

Práctico

En el siguiente texto, releve, analice e interprete efectos de sentido de:
a) los deícticos de persona;
b) la actitud de locución;
c) tres subjetivemas que formen isotopía (explicar a qué tópico refieren);
d) tres modalidades.

Como todos sabemos, la televisión es, sin duda, uno de los productos más importantes del avance tecnológico del siglo actual y un vehículo ya insustituible de comunicación, de información y de entretenimiento. No sólo ha contribuido a esfumar los límites geográficos y políticos y a acortar las distancias, sino también a facilitar el acceso de un número cada vez mayor de personas a las más diversas manifestaciones del conocimiento. ¿Se imagina el mundo sin televisión? A mí me resulta inconcebible pensar qué haríamos hoy, sin este poderoso instrumento de difusión por medio del cual los habitantes de todos los rincones del planeta nos mantenemos al tanto de lo que acontece en un universo signado por la globalización y la interdependencia.
Pero la televisión no sólo se destaca por sus características potencialmente positivas sino también por las objeciones de las que se ha hecho merecedora. Suerte de duende que susceptible de invadir sin mayores dificultades la privacidad de cada hogar, ha recibido razonables críticas por su tendencia a privilegiar, en ocasiones, el sensacionalismo fácil o los recursos efectistas, en detrimento de sus posibilidades informativas y formativas. Esa interminable discusión, en la cual cada participante suele exponer atendibles argumentos y en la que es mejor no detenernos, tendrá ahora un nuevo capítulo tras la difusión de la noticia de que en Japón no menos de 618 niños sufrieron vómitos, mareos y vista irritada y otros síntomas igualmente alarmantes, tras presenciar un programa de dibujos animados en que hubo una secuencia de por lo menos cinco segundos de explosiones en color rojo vivo y brillante.
Esta novedad ha provocado justificado temor no sólo en el público sino también en las más elevadas esferas de la industria de la televisión y, asimismo, entre quienes se han dedicado a estudiar las consecuencias del fenómeno televisivo. No es para menos. Si esas han sido las reacciones generadas por el que, al parecer, sólo era un inofensivo entretenimiento (los dibujos animados japoneses tienen difusión mundial), ¿se imagina cuáles podrían llegar a ser los efectos de una emisión deliberadamente destinada a alterar o modificar las pautas de comportamiento de sus receptores?
Afortunadamente, no es cuestión, ni por asomo, de que comencemos a mirar al televisor como a un monstruo en acecho ni tampoco de despreocuparse de él atribuyéndole el mero papel de un sencillo artefacto doméstico. Este extraño episodio podría tener una vertiente positiva si obrase como señal de alerta, demostrando que la industria de la televisión debería asumir la responsabilidad que le compete en el plano social, controlando la naturaleza de sus producciones. Nosotros, por nuestra parte, debiéramos cambiar nuestra pasividad ante el aparato por una prudente actitud crítica ante la calidad de los programas que nos ofrecen.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Valores y usos modales de los tiempos verbales

· Presente de indicativo

Presente inmediato. "Ahora mismo lo hago".

Presente habitual. "Todos los días voy a la facultad".

Presente genérico. "Más vale maña que fuerza
".

Presente histórico. "Ayer voy y no lo veo".

Presente prospectivo. "Mañana voy a ir".

Presente imperativo. "Sacás todo y te vas".


· Pretérito imperfecto

Valor reiterativo o habitual en el pasado. "Yo siempre iba a la facultad".

Sustituto del subjuntivo en condicionales. "Si me decía, lo hacía".

Valor de cortesía. "Quería pedirte algo".

Valor de cierre en proceso. "A los cuatro días llegaba al puerto". Sustituto del indefinido.

Futuro en el pasado. "¿No era el partido mañana?".


· Pretérito indefinido

Pasado puntual. Acción concluida en el pasado. "Fui ayer por la tarde y no te encontré".

· Pretérito perfecto

Uso por futuro. "Tranquilo, que en un minuto lo he terminado".

· Futuro imperfecto (o perífrasis "ir a + infinitivo")

Valor de probabilidad. "Serán las cinco".

Valor imperativo. "No matarás".

Valor intensificador. "¡Si seré ingenuo!".

Valor de promesa. "Lo voy a hacer".

· Futuro perfecto

Valor de probabilidad. "Habrá llovido, si el suelo está mojado".

· Condicional simple

Valor de probabilidad. "Serían las cinco cuando llegó".

Valor de cortesía. "Podría darme una moneda".


La actitud de locución

Mediante el empleo de los tiempos verbales el hablante también se posiciona frente a su discurso.

Existen dos actitudes de locución: relato y comentario.
Los tiempos del relato combinados con la tercera persona son formas del discurso objetivo y despersonalizado, en el que no se compromete la persona del locutor. Se utiliza en los textos históricos, científicos y crónicas periodísticas, para hacer aparecer el discurso como verdadero.
El uso de los tiempos del comentario tiene el sentido de expresar la opinión del locutor y es posible combinarlos con todas las personas. Se utiliza en géneros en los que se postula un alocutario. Combinado con primera persona del plural, es habitual en los editoriales y notas de opinión; con segunda, en los discursos persuasivos como la publicidad y la propaganda política.
Para el análisis de la actitud de locución, solo se consideran tiempos del modo indicativo.



domingo, 31 de agosto de 2008

Ejercitación Clase 02/09

Analizar los efectos de sentido del uso de deícticos en este texto.

Poéticas del rock

El texto de una canción popular ¿es poesía o no es poesía? Personalmente no tengo dudas acerca de que las letras de rock –como las de tango, o las canciones de nuestro folclore– son poesía. Si son poesía de buena o de mala calidad, esa ya es otra cuestión de la que no nos ocuparemos aquí.

Es indudable que en estos tiempos es preponderante el papel que cumple la literatura oral. Actualmente el cine, el video, el DVD, la televisión y la radio nos ofrecen una amplísima gama de producciones literarias que van de la telenovela al sketch cómico o al reality show, de la adaptación de una novela de Stephen King a la de un drama de Shakespeare.

Y no podés discutir que en las comunidades urbanas solo una minoría consume libros y es ínfimo el porcentaje de gente que, dentro de esa minoría, lee poesía. Sin embargo, de hecho, la mayor parte de la población –y mucho más en una sociedad altamente tecnificada como la actual– consumimos poesía todo el tiempo a través de las canciones que escuchamos por radio o televisión, en discos y conciertos. Así lo confirma el especialista en lenguaje Daniel Cassany, para quien "es injusto estrechar tanto la visión de la literatura hasta pensar que solo es literatura la que se hace como una escritura de elite, o sea, libros. Se sabe que el mayor consumo actual de literatura no es ese, sino el de la música de rock, que, obviamente, también es literatura, aunque de tipo oral". [...]

En definitiva, la polémica acerca de si la letra de una canción es o no poesía nos parece forzada. Si aceptamos que las canciones son literatura –una literatura surgida a partir de una lógica musical, por así decirlo–, pues entonces ¿qué otra cosa podrían ser sino poesía? Lo dije ya en otras ocasiones. Así como dentro de la poesía "culta" hay una gran mayoría de malos poetas, también ocurre lo mismo dentro de la canción popular, y el rock no constituye ninguna excepción.

Fuente: Oscar Conde. Poéticas del rock. Prólogo (fragmento).

domingo, 24 de agosto de 2008

Los deícticos de persona

DEÍCTICOS: unidades lingüísticas que no pueden interpretarse sin hacer referencia a la situación de enunciación.

Pueden ser
• puros: yo-tú-vos-usted-nosotros-ustedes.
• impuros: nostros-ustedes cuando incluyen la tercera.

DEÍCTICOS DE PERSONA:

• Pronombres personales

SUJETO

yo
vos-tú-usted
nosotros/as
ustedes-vosotros/as

OBJETO

me
te-lo-le
nos
los-os

TÉRMINO DE PREPOSICIÓN

mí (conmigo)
ti (contigo)


• Pronombres posesivos: mi,mío/a/s, tu, tuyo/a/s,su,suyo/a/s
nuestro/a/s,vuestro/a/s,suyo/a/s.

• Desinencia verbal: que representa la categoría gramatical secundaria de persona. Por ejemplo: canta-mos=nosotros.

• Pronombres plurales:

nosotros
yo + tú (sg. o pl.) = inclusivo
yo + no yo yo + él (sg. o pl.) = exclusivo
yo + tú + él = extensión máxima

ustedes
tú plural
vosotros/ustedes= tú/vos + no yo
tú + él/ellos


• Casos especiales:

- tú genérico: involucra al destinatario. Personaliza enunciados impersonales ( con “uno”): “Frente a un problema así vos no sabés cómo reaccionar”.

- yo genérico: “uno”. Impersonaliza, generaliza: “Uno no sabe cómo reaccionar”.

- no persona y jerarquía: la tercera persona en lugar de la segunda es marca lingüística de extremo respeto. El locutor se excluye de la posibilidad del intercambio. “El señor está servido”.

- seres que no hablan: se utiliza “nosotros” o “él/ella”, en lugar de la segunda persona: “¡Qué lindos estamos hoy!”

- alternancia vos/usted: empleo no unívoco, según el contexto.

- nosotros de autor: utilizado en el discurso didáctico, respalda la palabra en la voz de la comunidad científica.


• Los apelativos ( vocativos): formas usadas para mencionar a una persona. Tienen carácter deíctico, ya que permiten la identificación de un referente. (cfr. “Construcción del destinatario en el discurso político”).


DEÍCTICOS DE LUGAR Y TIEMPO:

• Demostrativos: aquí/acá; ahí; allí/allá; ahora; hoy, mañana, ayer.
este-ese-aquel

• Construcciones adverbiales: cerca de; delante de; a la izquierda de; a la derecha de; después de: pueden tener referncia deíctica y no deíctica, según el contexto.

• Verbos “ir”, “venir”: venir se emplea en el caso en que el oyente se desplaza hacia el lugar en que se encuentra el hablante en el momento de la enunciación o se encontraba/encontrará en el momento del hecho enunciado.




CONSTRUCCIÓN DEL DESTINATARIO EN EL DISCURSO POLÉMICO:


El discurso polémico supone siempre una lucha entre enunciadores. La enunciación política es inseparable de la construcción de un adversario.


Destinatarios (PLANO DE LA ENUNCIACIÓN)

PRODESTINATARIO: destinatario positivo. Comparte el mismo colectivo de identificación del enunciador.

CONTRADESTINATARIO: destinatario negativo. Adhiere a un colectivo de identificación diferente de aquel del enunciador.

PARADESTINATARIO: figura del indeciso. A él está dirigido todo lo que en el discurso se orienta a la persuasión.


PLANO DEL ENUNCIADO: Marcas textuales de los diferentes destinatarios:

Ejemplos en el discurso político

• Colectivos de identificación: (prodestinatario). Son:
-enumerables;
-fragmentables;
-cuantificables.
Ej: “Nosotros, los peronistas”.

• Entidades enumerables: (especialmente apelan al paradestinatario). Son:
-enumerables;
-cuantificables;
-de lacance más amplio que los anteriores.
Ej: “Ciudadanos”, “Argentinos”, “Trabajadores”.

• Metacolectivos singulares: fundan identidad de los enunciadores.
-no cuantificables;
-difícilmente fragmentables.
Ej: “el país”; “la nación”; “la Argentina”.

• Formas nominalizadas: (a partir de un verbo): Ej: “las privatizaciones”, “la represión”.

• Formas nominales: (poder explicativo; funcionan como operadores de interpretación para el prodestinatario). Ej: “la crisis”

El contexto en el discurso

El Contexto En El Discurso
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viernes, 22 de agosto de 2008

Los primeros estudios sobre la argumentación

Ya en siglo V antes de Cristo, en la Grecia antigua –modelo originario de las sociedades democráticas contemporáneas– la palabra hablada y escrita había logrado unas proporciones de importancia considerables en la defensa del sistema democrático. En este contexto sobresalían los sofistas, oradores que habían conseguido desarrollar estrategias argumentativas sumamente eficaces para obtener la adhesión de las audiencias a quienes dirigían sus mensajes. Este hecho dio origen al desarrollo de la retórica.

Los autores clásicos de la teoría de la argumentación coinciden en señalar que la retórica recibió un tratamiento sistemático en la ciudad de Siracusa, en Sicilia, durante la primera parte del siglo V antes de Cristo, en especial gracias a las obras de Corax y Tisias. Posteriormente, las técnicas retóricas fueron perfeccionadas por Protágoras (480-410) y por Gorgias (483-390).
Protágoras diseñó el principio que funciona como base de la retórica y subyace, en consecuencia, en todo texto argumentativo, de que El que no piensa como nosotros, se engaña. Siguiendo este principio, todo comunicador que intenta persuadir a otros se esmerará en recopilar la mayor cantidad y la mejor calidad de argumentos para mostrar que la única manera posible de interpretar la realidad, o por lo menos la más conveniente, es la que él muestra.
Los retóricos clásicos establecieron otra de las máximas generales de la producción de textos argumentativos: la eficacia del orador reside principalmente en el hecho de que conozca en profundidad lo que el auditorio sabe o piensa (conocimientos previos, creencias, prejuicios, sentimientos, actitudes, deseos) y también lo que ignora.

En este sentido, las principales corrientes de estudio de la argumentación señalan también a Protágoras como el pensador que desarrolló el concepto de lugares comunes o tópicos argumentativos, es decir el cúmulo de premisas de carácter general que los oradores podían utilizar para armar sus argumentaciones. Por este motivo, los lugares designaron los rótulos bajo los cuales podían clasificarse los argumentos pertinentes para cada caso y, en consecuencia, donde era posible agrupar el material necesario, con el fin de que el orador pudiera encontrarlos con facilidad, según la definición que brindó Aristóteles. Fue esta misma característica de acumulación la que más tarde llevó a Marco Tulio Cicerón (106-43) a definir los tópicos o lugares como depósitos de argumentos.

Aristóteles estableció la diferencia entre persuadir y convencer. El filósofo deja para el convencimiento el camino del razonamiento puro, es decir la lógica formal que puede juzgarse en términos de verdad o de falsedad. En cambio, para la persuasión asignó la retórica, en tanto actitud psicológica que aspira a emocionar al auditorio. La retórica permite entonces elaborar argumentaciones en las que interesan más los resultados que desea obtener el orador o escritor, que el proceso lógico que sigue para conseguirlo. En este sentido, el orador puede utilizar recursos retóricos lógicos y no lógicos, porque sus resultados serán evaluados en términos de eficacia y verosimilitud, y no de verdad o falsedad.
Por ejemplo, un razonamiento deductivo como el que sigue puede ser evaluado en términos de verdad o falsedad, en tanto que existen mecanismos de prueba para determinar la pertinencia lógica de las premisas y de la conclusión:

Ejemplo 1: Todos los nombres son mortales (premisa mayor)
Juan es hombre (premisa menor)
_____________________________________
Juan es mortal (conclusión)

En cambio, en el siguiente proceso argumentativo no es posible determinar la verdad o falsedad, ni existen mecanismos de prueba eficientes al respecto.

Ejemplo 2:
En la Argentina se ha registrado en los últimos meses un incremento en la cantidad de suicidios de jubilados.
Los jubilados sufren graves penurias económicas.
Por lo tanto, es la situación económica la que empuja a los jubilados al suicidio.

Esta estrategia discursiva ha sido utilizada con frecuencia en los medios de comunicación de la Argentina. En este caso, y a tenor de lo que opinan los expertos en psicología y sociología, la situación económica de los jubilados, aunque constituye un factor relevante, opera como un emergente, al que deben sumarse otra serie de factores, como la escasa posibilidad de inserción social de la tercera edad en la sociedad argentina; los pobres niveles de participación en decisiones familiares, grupales u políticas; el abandono y el desamparo; la sensación de fracaso y frustración; entre otros muchos factores que determinan una decisión irreversible como la de dar término a una vida.

En consecuencia, el suicidio de una persona no se deriva necesariamente de una situación económica calamitosa, aunque esto no implique negar que en algunos casos las penurias económicas pueden resultar una razón suficiente. En este sentido, el lector podrá notar que en el primer ejemplo, el razonamiento presentado se dirime en términos de verdad o falsedad, pues se trata de cuestiones comprobables, en tanto que son verificables empíricamente.
En el segundo ejemplo, en cambio, se trata de una cuestión controvertible, es decir, opinable. La conclusión no se deriva necesariamente de la premisa presentada, aunque la estrategia discursiva del escritor resulta pertinente en el sentido de que en definitiva es plausible que alguien decida suicidarse debido a que atraviesa por una situación económica adversa. Sin embargo, el escritor da por sentado que el suicidio y, por lo tanto, todos los suicidios de jubilados, se deben a motivos económicos, como si se tratara de la única conclusión posible, dadas tales premisas.

En el presente siglo, el estudio de la retórica cobró nuevos bríos, especialmente gracias a los desarrollos de la escuela de Bruselas, creada por el investigador polaco Chaim Perelman. Este autor revisó las distintas concepciones de la disciplina, desde la antigüedad hasta la década de 1950, y devolvió a la retórica los principios y funciones con que la había concebido Aristóteles. La retórica había ido perdiendo sus características originarias para convertirse, especialmente debido a las corrientes de pensamiento de la Edad Media, en mero ornato de los textos, en un catálogo de figuras con que los escritores y oradores podían embellecer sus textos.
En su planteo de La Nueva Retórica, Perelman (1970) destaca que si bien es indudable que la función ornamental determina en gran parte la eficacia de las argumentaciones, no pueden dejarse de lado una serie de cuestiones referentes a la estructuración de los textos argumentativos, las técnicas discursivas pertinentes, las pautas de selección de los argumentos y sus particulares medios de prueba, entre muchos otros aspectos.

En este sentido, conviene tener en cuenta que la filosofía y la ciencia utilizan técnicas discursivas lógicas para exponer sus razonamientos, con el objetivo de convencer sobre la verdad de los planteos bajo consideración. En estos casos se habla de convencimiento, puesto que este tipo de argumentación acude a oraciones cuya verdad o falsedad es mensurable, verificable (Núñez Ladevéze, 1979). Por lo tanto, en la búsqueda del convencimiento, propia de la filosofía o la ciencia, se recurre sólo a la capacidad de razonar de los individuos, y en consecuencia se deja fuera la apelación a los sentimientos y las emociones; es decir, a los elementos irracionales del hombre.

En cambio, en la argumentación, además del acuerdo por vía de la razón, se busca el asentimiento por vía de la apelación a lo emocional, es decir a la esfera de lo menos racional de las personas.
Mientras que en la lógica pura se razona fuera del tiempo, ya que como se ha visto, las conclusiones obtenidas pretenden valer universalmente; en los procesos argumentativos los argumentos esgrimidos dependen de los condicionamientos temporales y, por lo tanto, sólo resultan válidos para un presente.

Como se ha podido observar en el ejemplo 2, concluir que los jubilados se suicidan exclusivamente por la situación económica imperante es válido sólo para el momento histórico en que ocurren los suicidios. En este contexto también podría ser tan pertinente concluir el razonamiento de otro modo, como decir que los jubilados se suicidan por el sentimiento de fracaso o por la escasa probabilidad que tienen de aportar su sabiduría acumulada gracias a sus vivencias, o bien por la sensación de desamparo que los angustia.

Por otra parte, conviene tener en cuenta que las conclusiones que se extraen en los razonamientos científicos resultan inmodificables, lo que los convierte en razonamiento formal. En contraposición, las conclusiones obtenidas por un proceso argumentativo no están definitivamente clausuradas, es decir, pueden ser modificadas e incluso reforzadas a lo largo del tiempo (Núñez Ladevéze, 1979).
En este sentido, los razonamientos de la filosofía y las ciencias son actividades contemplativas, en tanto ejercicio intelectual; la argumentación, en cambio, busca una adhesión con el objetivo primordial de transformarla en una acción concreta. Por ejemplo, la compra de un shampoo, la participación activa en una causa social o cultural, o la formación de una opinión favorable a lo que esperaba el escritor u orador que produjo el mensaje.

La eficacia de las argumentaciones, y especialmente de las que se incluyen en los medios de comunicación social, dependen de la verosimilitud con que el escritor presente los hechos, juicios y conclusiones, y de la consistencia con que logre encadenarlos en el texto.
Inicialmente era sólo la retórica el procedimiento utilizable para obtener la adhesión, y todavía sigue conservando un rol central en esta materia. Sin embargo, los estudios referentes a los procedimientos para lograr la persuasión se han enriquecido actualmente con una serie de técnicas científicas modernas desarrolladas por la psicología social, la antropología, la lingüística, la semiología, la propaganda, la publicidad, la sociología, la psicolingüística y el análisis discursivo.

En Marro, Mabel y Dellamea, Amalia. Producción de textos. Buenos Aires, Fundación Universidad a distancia Hernandarias, 1993 (fragmento).